Nos vemos allá arriba , de Albert Dupontel

 Drôle de guerre.

Está claro que los astros se alinean de vez en cuando y muestran un sendero que hay que seguir. La 2 de TVE  ofrecía la otra noche la película Nos vemos allá arriba, de un director y también actor, para mí desconocido, Albert Dupontel, filmada en 2017 y que en su momento se me escapó. Parece que se puede ver en la plataforma de Movistar. Se trata de la versión filmada de la novela homónima escrita por  Pierre Lemaitre, que ganó el Premio Goncourt en 2013 y que tuvo un éxito extraordinario en Francia, aunque yo no la leí. Aquí ejerce también de guionista junto con el director. Dos millones de espectadores en Francia y 5 premios César (Mejor Director, Mejor Guion Adaptado, Mejor Fotografía…) parecen avalarla. Y lo de los astros del principio viene a cuento de la "causalidad" que supone haberme puesto a verla, cuando en la prensa me recomendaban la miniserie Recursos inhumanos, basada en otra novela del mismo autor y que me dispongo a ver en pocos días. Así que una cosa detrás de otra. 


Lo que empieza como una peli de guerra, la del 14, en la estela de Paths of Glory, del insigne Kubrick, con las trincheras atestadas de gente que iba al matadero a la orden de cualquier teniente que lo ordenara, como sucede aquí, y que volaba por los aires al estallar una granada o un obús, se convierte pronto en la tragedia de un joven que pierde la parte inferior de su cara tras el estallido. Y aquí las reminiscencias eran de D. Trumbo y su Johnny cogió su fusil, o bien algo más reciente, El colgajo, ambas, peli y libro, en las que el protagonista debe enfrentarse a la pérdida de su integridad física y que a mí me conmovieron profundamente. La morfina aquí y sus dibujos salvarán a  Édouard, de familia pudiente,a la que no quiere volver a ver, sobre todo a su padre, además de la solidaridad inquebrantable de su compañero de fatigas, el contable Albert. 



La creatividad del muchacho herido se pone de manifiesto también en la creación de unas máscaras fascinantes que le cubren la herida y que conformasn una muestra variadísima que podría servir para un carnaval de Venecia o para una exposición. Sin posibilidad de hablar, las máscaras permitirán que exprese sus diversos estados de ánimo, ayudado por una niña huérfana, capaz de comprender sus balbuceos verbales. Para completar la trama, ambos compañeros preparan una estafa a base de la creación de monumentos funerarios que honren a los caídos, muy reclamados por las autoridades en esos años de posguerra. Con estos mimbres el director teje una trama que enlaza perfectamente los aspectos dramáticos derivados de la guerra y sus consecuencias y aspectos de comedia irónica, muy negra, de un humor muy francés, que acaba entroncando con un conflicto paterno-filial. La ambientación, tanto la de las trincheras, como la de los interiores parisinos es de enorme precisión y fuerza expresiva. 



Nahuel Pérez Biscayart, de origen argentino, pero que ganó el César a actor revelación por su papel en 120 pulsaciones por minuto, tiene aquí el reto de expresarlo todo a través de la mirada, y resulta emocionante ver cómo lo consigue. Albert Dupontel, le da la réplica cómplice y a veces caricaturesca, al estilo de Chaplin. El tercero en discordia es el personaje más desagradable de la cinta, Laurent Lafitte, a quien vi en Pequeñas mentiras sin importancia, y que aquí mantiene una actitud depredadora tanto en la guerra como en la paz. En su "bizarría", perdón por el galicismo, la peli logra una fascinación en el espectador, tanto por su puesta en escena como por sus múltiples hilos argumentales. Si se puede recuperar, vale la pena echarle un vistazo. 

José Manuel Mora. 






Comentarios