Alias Grace, de Mary Harron

 Memoria selectiva

No es ninguna novedad. La miniserie es de 2017, pero caí en el título curioseando en la plataforma Netflix y al ver de quién era el original, decidimos verla. Me entero después de empezar a hacerlo que está "basada en hechos reales", pero los nombres de Atwood y Polley pueden más. La ambientación del primer capítulo acaba por atraparme. Alias Grace está integrada por seis capítulos de apenas 45 minutos cada uno, lo que la hace apta para un minimaratón. La serie está dirigida por  Mary Harron, una escritora y directora canadiense. Creo que no vi American Psycho (2000) en su momento, pero sí seguí con pasión Six Feet Under en abierto, antes de la fiebre de la seriefilia y las plataformas, y Harron dirigió uno de sus capítulos. Todo esto me lo dice la Wiki, claro. 


La novela original de Margaret Atwood, publicada en 1996, cuenta la historia de Grace Marks, una muchacha irlandesa, emigrante, que llega a Toronto, en Canadá, a mediados del s. XIX y se emplea como criada. Es acusada del asesinato brutal de su patrón y condenada a muerte por ello. Sin embargo dice no recordar nada de todo aquello y ha sido internada en un manicomio condenada a cadena perpetua. Es ella misma, en off, quien cuenta y recuerda, cuando diez años despúes, en 1853, un ficticio doctor Jordan, alienista según eran llamados en la época, intentará ayudarla a rememorar en sesiones casi de psicoterapia. Y así es como vamos conociendo su carácter, sus reacciones, la amistad profunda con una compañera de trabajo, Mary Whitney,  quien al morir parece trasmitirle su espíritu... ¿Es una histérica o una asesina a sangre fría? Eso es a lo que se invita al espectador, a dilucidar si es una mujer calculadora, o alguien víctima de las circunstancias, dado que hay que fiarse de su relato. Como en The Handmaid’s Tale, también aquí vivimos en el mundo de las criadas, muy dickensiano esta vez, pero tan terrible que vuelve a parecer distópico, tanto por lo pacato y brutal de la sociedad, como por la situación de la mujer, señoras o sirvientas, da igual.  Es terrible el asunto del aborto, así como el hecho de que si es el señorito el que entra en la habitación de la criada, será siempre ésta la culpable.



Hay algo morboso en esa mirada entomológica del grupo que pretende salvar a la muchacha y que, llevados de su belleza y aspecto modoso, se verán tentados de considerarla inocente. También el doctor acabará sintiéndose seducido mientras intenta encontrar las motivaciones que llevaron a la muchacha a cometer el doble crimen, puesto que, además de al patrón, también asesina a su ama de llaves y amante, ayudada por su compañero de trabajo, el mozo de cuadras con quien planea huir. Todo esto se sabe desde el principio, así que no destripo nada. Lo interesante es seguir la narración en la que Grace es dueña y señora del relato, decidiendo qué cuenta, cómo lo presenta y cuándo dar la información. 


Y he aquí que una cuestión de reparto puede hacer tambalearse una serie que no deja de resultar interesante. Sarah Gadon, a quien parece que he visto en True Detective, aunque no la recuerde, no me parece que desde su treinta y tantos pueda pasar por una cría de dieciséis y eso ha hecho que me distancie de la historia, aunque su actuación es más que correcta. Edward Holcroft es un actor a quien sí he retenido porque su papel en London Spy fue extraordinario, así como el del capitán del equipo de los etonistas  en Un juego de caballeros. Aquí está contenido, cada vez más interesado en el objeto de su investigación, formulador de las preguntas precisas, respetuoso y sobrio. El trabajo de Sarah Polley  en el guión ha sabido transmitir, creo que con bastante acierto, el mundo torurado de la protagonistas en un monólogo interior muy creíble, así como en diálogos precisos.Sin tener tantos medios como El cuento de la criada, esta producción canadiense está perfectamente ambientada, lo que ayuda a adentrarse en una época que debió de ser terrible. 

José Manuel Mora.

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