La trilogía del Baztán, de Fernando González Molina

 Trilogía

Hace ya tantos años, casi cincuenta, que no recuerdo los detalles, pero sí la impresión que me causó el valle del Baztán, cuando lo descubrí de la mano de mis amigos Iñaki y Maru. Las construcciones de la casas, la naturaleza desbordante, los cañones de aguas rompientes y espejeantes, todo me llamaba la atención. Así que, cuando descubrí el libro de Dolores Redondo con el título genérico de La trilogía del Baztán, decidí que lo leería, El guardián invisible , 2013 (fue mi primer libro electrónico, si no recuerdo mal). No cabe duda de que la escritora tiene buena mano y sabe cómo atrapar el interés del lector, no sólo por los asesinatos rituales que se cometen en aquel perdido lugar, un bosque cerca de Elizondo, sino por el ambiente primitivo, salvaje, de ecos primigenios enredados en las tradiciones y los personajes míticos euskaldunes, como el basajaun, confrontados con la visión científica de "la jefa" de policía foral encargada de resolver el enigma, Amaia Salazar. A pesar de haberla leído con gusto, pensé que no dejaba de ser literatura "de aeropuerto", literatura bien escrita para consumo masivo del gran público. Llevada de su éxito, la escritora completó la historia con dos volúmenes más: Legado en los huesos (2013) y Ofrenda a la tormenta (2014). Dado el éxito obtenido, tanto en España, traducidos a las cuatro lenguas peninsulares, como en el extranjero, en 2017 ya se estrena la versión del primero de los citados, dirigida por Fernando González Molina, quien se encargó con posterioridad de los otros dos títulos, rodados sin solución de continuidad. Los tres se pueden ver ahora en Netflix.


 Lamentablemente la impresión original se va confirmando conforme se desarrolla la trama. Las muertes se suceden, sobrevuela la existencia de un grupo de pirados que necesita sacrificar niñas recién nacidas a unas deidades primigenias que poseen mucho poder y que confieren a los que participan en el ritual todo lo que deseen. No se explica cómo. La puesta en pie del proyecto ha debido de ser costosa, a tenor de los medios técnicos empleados. Yo, que no soy demasiado intuitivo y que me dejo sorprender por los acontecimientos que me presentan, he sido capaz en este caso de sospechar por dónde iba a ir la resolución de los enigmas. Me ha molestado en ocasiones la grandilocuencia de la banda sonora. Sin embargo las localizaciones son excelentes y poseen una fuerza inusitada los momentos de desbordamiento del río.


El guión es a veces enrevesadísimo y la plasmación en imágenes resulta en ocasiones lenta. Sin embargo el personaje de la inspectora tiene la fuerza que Marta Etura consigue darle, tanto a los aspectos dinámicos y a la relación con sus subordinados varones, en absoluto impostada, como cuando se tiene que romper emocionalmente, cuando es capaz de transmitir sentimiento a raudales sin caer en la sensiblería. Leonardo Sbaraglia está correcto, como suele, pero no acaba de llegarme. Y hay una actriz que me impone con su enorme presencia, Elvira Mínguez, capaz de conmover o de ser una mujer de rompe y rasga.  La Sánchez, Orella, y el resto del reparto cumplen con acierto. Lamentablemente, latiendo por debajo de tanto ritual satánico unas fuerzas potentes, no acaban de resultar todo lo inquietantes  que hubieran podido ser, como así sucedía en una serie estadounidense, The Outsider. A pesar de ello la trilogía se deja ver en una tarde de asueto. 

José Manuel Mora.

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