Ozark, IV, de Bill Dubuque y Mark Williams

 Nadie sale limpio...

Como hubieran dicho mis alumnos, "esto es un rollo"... Dos años después de terminar de ver casi de un tirón las tres primeras temporadas de Ozark, Iª, IIª, IIIª en el verano de 2020, a la salida del encierro pandémico, cuelgan por fin la cuarta de una serie que nos pareción "intensita": Ozark, IV, siete episodios rodados todavía en pandemia, y que deja la trama sin resolverse, ya que se trata de la primera de las dos partes en que han dividido esta cuarta y, al parecer, definitiva entrega, y que no se sabe cuándo Netflix tendrá a bien publicar, aunque parece que será dentro del presente año. Eso por una parte. Por la otra, y en referencia al tiempo transcurrido desde que vimos las anteriores, la mente borra las tramas de las series "antiguas", que se ven cubiertas por las nuevas que cargamos en nuestros procesadores mentales. Y así, ya no recordaba personajes fundamentales de lo visto con anterioridad, ni muchas de las tramas secundarias. Menos mal que se puede goglear y recuperar resúmenes que le refresquen a uno la memoria. Bill Dubuque y  Mark Williams siguen siendo sus "creadores", además de ejercer como guionistas y dirigir algunos de los episodios.
 

 
La idea que vertebra toda la serie es el viejo mantra de que "el fin justifica los medios", y esto vale para todos: los miembros de la familia de Marty y Wendy, la vieja terrateniente Darleene, el pollo sin cabeza que es Ruth, por supuesto el narco mexicano Omar, a quien parece querer sustituir su sobrino Javi, el detective que el marido de Hellen contrató, un tal Mel Sattem, y que persigue conocer su paradero a toda costa... Tan sólo la agente embarazada del FBI, Maya, parece dispuesta a hacer que prevalezca la ética incluso desobedeciendo a sus superiores, que parecen responder a otros intereses. La otra línea argumental, la de la familia unida del principio, aquí parece volar por los aires: Los padres enfrentados, el hijo, Jonah, que no perdona a su madre por lo que la ha visto hacer y porque, saliendo de la adolescencia, decide montárselo por su cuenta. Y los cárteles de la droga de fondo, enfangándolo todo. Marty parece ahora más el recadero de Omar y el intermediario de Maya. Sin embargo es Wendy la que ha crecido como personaje de afanes propios, de altos vuelos económicos y aún políticos, manipuladora y sin demasiados escrúpulos para conseguir sus propósitos. La violencia sigue desatada en todas direcciones y los gatillos se aprietan con una facilidad pasmosa y sorprendente.  
 


Jason Bateman, Laura Linney Julia Garner (ganadora del Emmy por su participación en la serie, a pesar de lo pacatos que son los yankees con el uso de los tacos, de los que a ella se le llena constantemente la boca) son el trío de ases en el que se sigue sosteniendo la historia, aunque Skylar Gaertner, el hijo de la pareja que ha ido creciendo a la par que la serie, cada vez resulta más creíble, más capaz de actuar por su cuenta. Tal vez Alfonso Herrera, el pretendido heredero de Omar, parece encarnar un personaje que resulta demasiado de una pieza, aunque habrá que ver cómo evoluciona en el final de la historia. Y Adam Rothenberg, (Mel Sattem), el detective que no se da nunca por vencido y que habrá que ver qué papel acaba jugando. No me gusta apostar, pero tengo la sensación de que al igual que en Breaking Bad o en The Wire, la mierda es tanta que nadie saldrá incólume, tal y como se advierte en el cartel anunciador. 



 

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